martes, 13 de abril de 2010

Cuento de una noche sin luna

Este es un relato muy especial que escribi hace mucho tiempo.
Espero que les guste

Cuento de una noche sin luna.

Una fría noche, no como otra cualquiera, sin luna... oscura y tenebrosa. Lo único que iluminaba la calle era la artificial luz de las farolas e incluso las estrellas eran difíciles de ver, cosa que por otra parte no era fácil en una gran ciudad. Era muy tarde y me disponía a volver a casa tras otra noche de “marcha”, aunque mas bien podría definirse como entretenimiento ya que siempre que salíamos se hacía lo mismo y “lo mismo” se había convertido en una gris rutina.

A tales horas ya estaba sólo, atravesando el enorme parque que me separaba de mi urbanización. El miedo invadía mi cuerpo como cada noche que me tocaba cruzar el siniestro lugar. Mi cabeza era invadida por una terrible sensación de desasosiego y la adrenalina me forzaba a acelerar el paso. Toda sombra parecía tan lóbrega como agresiva y el fuerte viento no hacía que los sonidos fuesen más agradables... deseaba llegar cuanto antes a casa.

Aunque el paso de mis pies era veloz el de mi corazón lo era aún mas. Cuando creí que nada podría detenerme hasta llegar a mi objetivo, un dulce descanso en una acogedora cama, la vi... Al principio pensé que se trataba de un yonki o un vagabundo que estaba en mi camino, hasta me planteé el dar un rodeo, pero me di cuenta de que era una chica, sola, y estaba llorando con la cara escondida entre sus manos. En esos momentos me dije “mejor sigo mi camino y no me meto en líos, que bastantes tengo yo ya”... pero un impulso demasiado fuerte, como el que incita a las polillas a morir abrasadas en la luz, me instó a acercarme.

Tomando la elección que mis instintos dictaban sobre la razón me aproximé lentamente a ella. Estaba sentada en la esquina de un banco que iluminaba un farol cercano, según me acercaba me fije en su cabello negro que caía en cascadas por su espalda y en el brillo que la luz reflejaba sobre él. Cuando apenas estuve a unos pasos de ella me incline hacia delante y pregunte en voz baja:

-Perdona, ¿estas bien?-Mi voz fue apenas un susurro.
Ella se volvió rápidamente, al principio pude ver reflejado en su rostro una expresión de miedo que pronto se torno extrañeza, después fijó sus penetrantes ojos grises en los míos y muy lentamente preguntó asustada:
-¿Te conozco?-
-No, pasaba por aquí y te oí llorar, ¿estas bien? ¿tal vez debería llamar...

Mientras decía estas palabras me fije en ella. Era guapa, no de una belleza deslumbrante pero no se podía negar que tenía encanto, delgada y de tez blanca. Sus ropas, desde luego no iba a la moda, eran raras. Pero lo que mas me llamó la atención fueron sus ojos... esos ojos de un gris antinatural, extraños, llenos de tristeza. Antes de que pudiera acabar de preguntar ella volvió la vista al frente, al lago, como si estuviera mirando una figura tan solo al alcance de sus sentidos y empezó a hablar, casi como si no estuviera allí dejando fluir sus pensamientos:

-¿Te preocupas por una extraña? ¿quieres saber si estoy bien?... No, no estoy bien. El motivo es que estoy sola, desde hace mucho tiempo, y a nadie parece importarle. La gente viene, de aquí para allá, sin detenerse si quiera a pensar en quien tienen al lado, es mas, aunque se vieran apartarían la mirada con tal de no encontrarse cara a cara con la verdad... y esa es ¡que estamos solos!.

Su voz se quebró, no pudo continuar hablando. Aun así había dicho mas que muchas personas en toda una vida. Tras unos segundo, en los que su respiración entrecortada volvía adquirir un tono pausado y firme, fijó sus ojos en el suelo mas cercano dejando entrever una terrible angustia y agonía. En aquel momento me decidí a intentar ayudarla, tal vez no la vería nunca mas pero esa chica estaba sufriendo y no podía permitirlo. Me acerque lentamente, dejando que el silencio hoyase mi camino, y tome sitió junto a ella en el mismo banco. Después de unos instantes me decidí a hablar, no como un extraño sino como un amigo:

-En cierto modo todos estamos solos, mírame a mí. Ni si quiera conozco el nombre de mi vecino y muchos de mis supuestos “amigos” se alegrarían de mis desgracias. Sin ir mas lejos, ahora mismo mi primer impulso fue dar un rodeo... compréndelo son malas horas... pero heme aquí, dispuesto a ayudar a una completa desconocida.- Después de decir esto trate de sonreír tranquilizadoramente pero la melancolía que carcomía el interior de la muchacha parecía fuera de todo consuelo.

Ella giró, mirándome fijamente a los ojos, en aquel momento no supe reaccionar y quede instantáneamente en silencio. La chica empezó a hablar con una enorme carga de resignación en sus palabras, pero esta vez con menos tristeza y mas ternura:

-Estoy en un lugar extraño, condenada al ostracismo por los que me rodean, quisiera gritar pero no puedo e incluso si lo hiciese se que nadie me escucharía, es el sino de la humanidad marcada por un profundo egoísmo que solo en raras ocasiones es capaz de romper... estamos ciegos... – en ese momento su voz pareció quebrarse de nuevo, inspiró profundamente pero no por que le faltase aire sino mas bien como quien sabe que a hablado demasiado y debiera no haberlo hecho.

Fuera de mi atención, en aquellos momentos, el viento que antes azotaba violentamente ahora no era mas que una suave brizna, pero lo mas curioso de aquello no era que hubiese amainado sino que solo lo había hecho a nuestro alrededor. Los árboles en la lejanía aun eran empujados con fuerza por las corrientes. Además la luz, antes insuficiente de las farolas, ahora parecía alumbrar con mas fuerza nuestra zona, casi como si estuviera estática a nuestro alrededor pero la voz de la chica me tenía tan cautivado que ni siquiera era consciente mi entorno.
Cuando creí que ya no hablaría mas, ella tomo aire y dijo:

-Si, estamos ciegos. Ciegos para todo lo que nos interesa, pero cual es mi sorpresa que cuando para mí ya esta todo dicho... apareces tú. Una persona, como otra cualquiera, también afectado por el velo de la indiferencia pero que por una vez consigue romperlo por ¿una desconocida?. Si, por una extraña a la que no conoce de nada...- la chica se levanto suavemente del asiento -... ya estaba dispuesta a darlo todo por perdido, pero por personas como tú la eternidad sola merece la pena.
Tras estas palabras empezó a andar dándome la espalda. Yo, como embrujado, permanecí unos instantes mirándola sin perder ni el mas mínimo de sus elegantes movimientos. Entonces desperté, me levante lentamente y me dispuse a alcanzarla para preguntarle al menos su nombre. Pero antes de que pudiera si quiera avanzar ella se dio media vuelta sobre una pequeña colina y me dijo:

-Muchas gracias-

Tan solo fueron dos palabras, pero parecían encerrar mucho mas sentido que todo lo que habíamos hablado hasta el momento. Dicho lo cual, me dio la espalda de nuevo y vi como su silueta se desvanecía en la oscuridad de la noche. Salí corriendo tras ella pero por mas que me esforzaba no parecía ganar terreno, como si de un sueño se tratase. Cuando estaba a punto de alcanzar la cima de la colina... caí y al levantarme lo único que pude ver fue la luna frente a mi, una luna que el atardecer de esa misma noche no había dejado ver, una luna que antes no estaba allí.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Jejeje. Cuánto tiempo sin leerlo...
No es un relato más, es el cuadro de toda una época.

Alice in Madland dijo...

Unas cuantas veces hoy hablar de él, pero no lo había disfrutado hasta ahora. Curioso relato ^_^ !

Humpty dijo...

Muy chulo, a mi me ha molao....

y eso que yo no había oido hablar de el :P

Javier Santamaría dijo...

Gracias a todos por leerlo y dejar vuestro comentario.

Un saludo