martes, 25 de marzo de 2008

Amantes

La lluvia repiqueteaba en el exterior contra las exóticas cristaleras del Clan Unicornio. Era extraña la paz que reinaba en el palacio Utaku, después e tantas muertes... cada herido en el conflicto reposaba en sus aposentos dejando que sus heridas, al menos las físicas, se curaran poco a poco.

En una amplia habitación iluminada tan solo por la luz de la luna que traspasaba las cerradas ventanas y por los momentáneos destellos de los relámpagos, que acudían como visitantes nocturnos, se hallaba Manobu. El joven escorpión se encontraba perdido en sus pensamientos, oyendo como las ramas de un árbol cercano golpeaban frenéticamente el cristal de la ventana, sopesando la elección que acababa de tomar “¿había obrado bien al vender su alma por la persona que amaba?”.

Como respuesta a sus elucubraciones un repentino rayo iluminó la silueta de Hotarubi en el marco de la entrada que silenciosamente la hermosa Doji había abierto. Como una aparición, mas hermosa que una fortuna para el propio Manobu, la doncella avanzo hacía su lecho, sin decir nada. Como única vestimenta llevaba un delicado kimono de tonos grises, regalo de su hermano.

Hotarubi se sentó en la cama del anonadado Yogo que no acertaba a decir palabra y dejo que su silencio fuese muestra de si mismo, quieto, expectante... ella, sin mirarle a la cara, miro el torso de su compañero vendado por las heridas sufridas, heridas que deberían haber sido para ella, y acaricio con su mano de forma leve y delicada el vendaje que las cubría.

Tras unos segundos, aún con el silencio como complice, ella alzo la mirada y se encontró con la de Manobu desde ese momento no hizo falta decir mas... La doncella se levanto y se deshizo el nudo del obi que retenía su kimono, El joven escorpión se hizo a un lado en su lecho para aguardar el calor de su compañera, su amiga... su amante.

Tal vez las furiosas fortunas deseando castigar la desobediencia de la Grulla o simplemente la fuerza de la naturaleza siguiendo su curso hicieron que la ventana se abriera de par en par por al fuerza del viento, dejando entrar frío y lluvia. Fuera como fuese los recientes amantes no eran conscientes de lo que les rodeaba... no eran conscientes de nada salvo de si mismos.

Y con la brisa de la lluvia mezclándose con el sudor de cuerpo Manobu no pudo evitar pensar “La amo y soy feliz... todo ha merecido la pena” y como un inquietante enemigo a su mente vino la maldición que todo Yogo ha de pasar... traicionaras a aquello que mas ames... y penso “¿estaría Hotarubi dispuesta a dar su alma por mi?”