Antaño, como muchos otros, había sido fuerte, orgulloso… había estado ciego. Ahora lo único que movía a Akinari era la búsqueda del verdadero conocimiento. ¿Qué importa lo que uno crea saber si todo resulta ser mentira?… Esto es algo que atormentaba al joven monje.
Todas las noches, en sueños, le parecía ver una espada hundiéndose lentamente en las profundidades del océano, le parecía ver la espada de sus ancestros arrojada a las oscuras aguas por su propia mano. En ocasiones, no era la Katana lo que era atraída por las negras profundidades sino él mismo que se ahogaba envuelto por un agua de tinte rojizo… envuelto en sangre. Era como si su propia alma estuviera muriendo poco a poco.
Todas las mañanas se despertaba envuelto en sudor… todas las mañanas se daba cuenta de que su sueño reflejaba la verdad de su espíritu. Cada día que pasaba sin comprender, cada día que pasaba sin entender… era un día mas que perdía, un puñado de horas que no habían servido para su finalidad. Su padre era el mayor ejemplo que todo samurai seguía, su padre era el concepto que los jóvenes soñaban con alcanzar… también fue el mayor fraude que su hijo pudo descubrir.
Cuando llego el momento de su Gempukku todos esperaban de él que sus logros igualaran al menos a los de su padre, una fachada construida con mentiras y medias verdades, pero su camino era otro… escalo la montaña, se afeito la cabeza y abandonó su apellido.
¿Había llegado el momento de abandonar la montaña?. Tras años de entrenamiento, de búsqueda… ahora su Daimyo, Togashi Yokuni, le ordenaba abandonar su nuevo “hogar”
-No encontraras las respuestas que buscas encerrado en estas montañas, Akinari- dijo una voz que parecía sentenciar la misma realidad. –Sé que tu alma lucha sin descanso contra si misma, es el momento de poner a prueba tu control, tu sabiduria,… es el momento de ponerte a prueba-. Dijo la misma voz en un tono que parecía capaz de penetrar su carne y llegar hasta su misma mente.
El joven monje no pudo sin mas que inclinarse ante la magnificencia de su señor, pues él sabía la verdad. Su compañero Hoshi Tenzen ya había partido en pos de un cangrejo, Hiruma Yuichiro. Ahora era su momento de elegir senda mas allá de la prisión física que se había creado para protegerse. No pudo sino preguntarse si sus hermanos aún le recordarían o si serían capaces de reconocerle y lo que es mas importante ¿entenderían lo que hizo con el alma de sus ancestros? – Yokuni-Sama. Escucho y obedezco. Si puedo hacer algo mas que enfrentarme a mi pecado entonces seré realmente libre.- dijo manteniendo su rodilla en el suelo.
-Akinari. El alma de un hombre es como el filo de una espada. No intentes sujetarte a la vida por el extremo equivocada pues lo único que conseguirás es hacerte daño.-
El Togashi de menor rango sopeso las palabras de su señor, las saboreo como si en ellas fuera a encontrar el equilibrio que tanto ansiaba, pero como en otras ocasiones pese a haber escuchado era incapaz de recordar las palabras exactas tan solo las emociones que le inspiraron… y ni siquiera estaba seguro de eso.
Tal vez la realidad no sea mas que l a mentira definitiva… y Akinari marcha para descubrila.
1 comentario:
Cómo molo.
Jejejeje.
Publicar un comentario