miércoles, 10 de febrero de 2010

Un poco de Luz, Un poco de Tierra

Hace mucho, mucho tiempo que recorro esta baldía tierra en busca de supervivientes y la verdad no se que es peor si el aullido de esas cosas o el silencio de estar solo, únicamente la luz que se filtra por las rendijas de mi atrincherada estancia me hace compañía en mis últimos momentos.

Tan solo un poco de luz.

Antes de todo este infierno era contable en una gran empresas. El salvajismo humano, en general, no paraba de sorprendernos en todas sus facetas, drogas, asesinatos, trata de esclavos, guerras, pero nada podía habernos preparado para lo que ocurrió el 22 de Agosto de 2007.

Los muertos empezaron a levantarse de sus tumbas para caminar entre nosotros. Muertos vivientes como los de las películas… sin voluntad, sin conciencia. Inicialmente cundió el pánico mientras las noticias retransmitían el inexorable avance de aquellas monstruosidades sin que nunca se supiera realmente que había llegado a pasar.

En un primer momento fue América del Norte la que sucumbió ante la plaga de “canibalismo” que los medios pretendían racionalizar pero pronto hubo noticias por todo el mundo… Madrid, Praga, Berlín… fue solo cuestión de tiempo que el Incidente llegara a los confines de la tierra ni siquiera Japón o Inglaterra con su estricto control de entradas pudieron evitar el caos durante mucho tiempo.

En Noviembre de 2008 ya no quedaban tumbas cerradas en el mundo.

A día de hoy, 17 de Marzo de 2011, tan solo quedo yo, infectado por el mordisco de una de esas cosas, bien sé lo que me espera a partir de ahora. Noto como la fiebre ya esta haciendo mella en mi consciencia y el tejido entorno al ataque del muerto esta preocupantemente necrotizado.

¡No quiero convertirme en uno de ellos!

Trato de distraerme, no pensar en mi inevitable fin. Intento recordar las caras y nombres de los cientos de compañeros de viaje que he tenido a lo largo de estos tres años y medio y no consigo traer a mi memoria mas de los que podría contar con los dedos de las manos. Tal vez sea el virus que empieza a entumecer mis facultades.

Cojo mi pistola una vez más. Compruebo que esta cargada y apoyo el cañón del arma por debajo de mi barbilla.

Me parece estar viendo a Mike y su eterna sonrisa. Ese hombre era capaza de levantar la moral de un regimiento. Incluso cuando lo atraparon en aquel callejón, y le estaban despedazando vivo, me pareció verle sonreír mientras quitaba la anilla de la granada que llevaba.

Su sonrisa, hacía 2 años que no la veía, pero volvía a infundirme el valor necesario así que amartillé el percutor del revolver mientras mis manos tiritaban por la fiebre y las lagrimas me caían por las mejillas. Solo que no era la fiebre lo que me hacía tiritar sino el miedo, llevaba más tiempo del que quisiera tratando de salvar esta patética existencia y ahora no me quedaba valor para quitarme la vida.

Bajé el cañón del revolver y me levanté. La luz que se filtraba cegaba mi sensible vista, otro síntoma del “virus zombi”, me dirigí sigilosamente a una de las tapiadas ventanas y eche una ojeada al exterior a través de una rendija.

Allí estaban. Eran cientos, y por suerte no se habían percatado de mi presencia, a lo largo de la ancha explanada que rodeaba la gasolinera se veía como deambulaban con sus grotescos movimiento sin saber muy bien a donde se dirigían.

Hombres, mujeres, niños, ancianos… si hay algo que ha demostrado ser cierto es que la muerte nos hace a todos iguales.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Non tan solo por el estado del sistema nervioso, pues empezaba a tener espasmos de manera periódica, sino también porque acababa de darme cuenta de que estaba viendo mi futuro.

La piel cetrina, la mirada acuosa y vacía… el hambre. ¿Cuánto tiempo hacía que no comía un buen bistec?... nuevamente el “virus zombi” apoderándose mi organismo.

Retrocedí unos pasos y volví a dejarme caer sobre la destartalada silla que esperaba detrás. Hizo un horrible sonido que en un primer momento me sobresalto pero luego pensé ¡Que demonios! ¿Qué van a hacer si lo escuchan? ¿Matarme?

Una sonrisa afloro a mis labios por lo macabro de mi situación y entonces me acorde de ella, Marta. No era especialmente bonita pero había algo en sus ojos, en su mirada, que me hacía perder la cabeza. En una ocasión se empeño en salvar a una pareja de ancianos asediada en su piso por al menos veinte no muertos y allí estaba yo al pie del cañón junto a ella.

Creo que todas aquellas locuras que hice junto a ella me hicieron “ganar” el privilegio de matarla. Cuando trajeron su magullado cuerpo, aún con vida, tras la incursión en aquel hospital lo único que pidió fue verme, me dijo que no quería convertirse en un monstruo que no quería perder su alma. Me miró con lágrimas contenidas en sus preciosos ojos y colocó su arma en mi mano

-Hazlo- fue lo único que dijo.

¡Maldita sea! Ella tuvo el valor de hacer lo correcto. Cogí nuevamente mi revolver y me lo puse en la boca.

La sonrisa de Mike, los besos de Marta, el sonido de los zombis echando abajo la endeble barricada de la gasolinera todo eso pasó por mi cabeza mientras apretaba el gatillo.

Lo último que pensé fue que en este nuevo mundo nadie descansaría en paz nunca más. Ni siquiera un poco de tierra sobre un ataúd cerrado.

Ni siquiera un poco de tierra.

6 comentarios:

Alice in Madland dijo...

....uff...guau!.....

Javier Santamaría dijo...

Jolín,

Mi novia parece un zombie con su increible extensión de vocabulario

xD

Un besazo

Unknown dijo...

Qué sensación. Leer este relato a estas horas de la mañana, lloviendo, con frío... el día comienza bien ;)
Está chulo. Se nota la influencia de lo que andas leyendo (y viendo) últimamente, jeje. No sé si tienes pretensiones de continuar o ha sido la necesidad de aplacar un arranque de creatividad, pero de todos modos ha merecido la pena leerlo.

Javier Santamaría dijo...

Ha sido mas el arrebato creativo que otra cosa.

Hay que tener en cuenta que el "prota" se mata al final del relato.

Es una historia corta basada en una idea inicial (esto me lo enseño un amigo que escribía partidas de rol ;))

Me alegro que te haya gustado.

Un saludo

Unknown dijo...

El arranque típico -hace mucho, mucho tiempo- y el comienzo de la plaga por norte américa desmerecen el conjunto; porque, sincéramente, me ha sorprendido el análisis del infectado que se va haciendo a su nueva, "inevitable" realidad.

Por último, ole por los pensamiento finales que se agolpan antes de apretar el gatillo.

¡Enhorabuena Javi!

Pedro

Javier Santamaría dijo...

Gracias Pedro,

la verdad es que ya me habéis comentado dos personas lo mismo (el arranque típico...) a mi parecer si pretendes escribir tienes que hacerlo bien de base para luego poder hacerlo mejor xD

Me explico: Primero debes aprender a andar (a narrar lo "tipico") y luego ya puedes lanzarte a correr ;)

Aún así esta bien que me lo indiquéis para que tome nota y perfile las ideas en mi cabeza.

Por otra parte es curioso suponer que el relato trascurre en NorteAmérica (como la mayoría de las cosas que vemos o leemos) pero la verdad es que salvo los nombres no hay mayor indicación del posible lugar de ocurrencia de los hechos.

Un saludo