martes, 23 de septiembre de 2008

Hogar, Dulce...

Años han transcurrido desde que ascendí a Gunso de la septima torre. Ahora desde la fortificada estructura que defiendo no aprecio otra cosa que desolación y muerte.

Las tierras sombrías nunca fueron hospitalarias o alegres pero prueba a condenar un alma no preparada a vislumbrarlas día tras día... el tormento es insoportable.

Pero él... él me ha enseñado a soportarlo, a sobrellevarlo. Yuichiro-sama era de caracter fuerte pero justo. No admitía medias tintas ni pamplinas y el deber guiaba ahora su corazón de un modo en el que pocos samurai podría hacerlo.

Hace poco Yuichiro recibio la visita de dos extraños forasteros. Por un lado estaba ese Grulla de la familia Doji... un duelista sin duda con porte de pomposo arrogante y por otro lado ese extraño monje que siempre mostraba una media sonrisa en su cara pero en su mirada había un brillo de mordacidad que llegaba a inquietar. Desde la visita de esa pareja Yuichiro esta inquieto parece casi melancolico.

- Yuichiro-sama. ¿deseais alguna cosa? -

-Ah, Ichiro. Te he mandado llamar porque quiero que transmitas un mensaje a nuestro señor Hida Kisada-sama.-

-Como ordeneis.-

-Por desgracia Ichiro debere ausentarme de mi puesto en tierras Cangrejo un largo periodo de tiempo... te he recomendado como mi sustituto muchacho.-

Las palabras no salieron esa misma noche de mi boca pero si tuve fuertes discursiones con Yuicihiro y su partida. Hoy me encuentro en la cima de la torre que protejo y veo un hombre partir solo hacia la oscuridad.

- Yuichiro-sama...

No hay comentarios: